OPINIÓN

Un guiño al exilio

"Un país sin libertad de prensa es como un títere de madera en la repisa de una habitación, necesita movimiento"

Belén Fernández

Sábado, 14 de mayo 2016, 16:41

Cuántas palabras en libretas habrán viajado en el bolsillo de cualquier ilustre sin poder ver nunca la luz. Hasta que yo he podido escribir este espacio, mucha gente, a lo largo de los años, hombres y mujeres de sentido y conocimiento han tenido que salir del país en el que no era bien recibido su pensamiento. Hablo de censura y exilios. Que siempre hayan existido personas de ideas contrarias es un acto y una circunstancia tan humana como respirar.

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El pasado 3 de mayo se celebraba el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Con mayúsculas. Dado a la época que actualmente vivimos nos resulta casi imperceptible que de fronteras para adentro de cualquier otra nación aún se castigue y esté penada una forma de pensar diferente. La expresión es un bien común que tenemos infravalorado pese a la conciencia que todos tengamos de lo imprescindible que es para nuestras vidas. Pero no siempre fue así. Podemos leer a diario en cualquier rincón de la red multitud de textos con ideales y principios infundados que podemos hacerlo nuestros. Pretendo ensalzar la importancia de todas aquellas personas que, a lo largo de sus publicaciones, implantan en los demás la semilla de un pensar diferente y se hace viral. De los que nos hacen razonar y obtener con sus visiones una concepción diferente de sucesos y de vida(s).

Además de los anónimos que consiguen hacer de sus publicaciones, algo popular, aplaudo a los periodistas de opinión que trabajan a diario por ello. Un país sin libertad de prensa es como un títere de madera en la repisa de una habitación, necesita movimiento. Infundir diversidad de ideas es imprescindible para contribuir a que la gente pueda llegar a tener su criterio y defenderlo con razón. Existen personas que necesitan segregar su pensamiento de la mera información que les llega.

Un minuto de silencio por Eritrea, Corea y Venezuela, por poner tres simples ejemplos, en los que no conocen este privilegio. Porque, escribir siempre fue una bonita forma de gritar.

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