Manuel Parejo Lavadiño

A primeros de agosto nos dejó Manolo Parejo Lavadiño y al final de su misa funeral, un miembro de la comunidad parroquial de Puebla de la Calzada leyó un breve panegírico resaltando su pertenencia y actividad en la Cofradía. Los que tuvimos la suerte de contarnos entre sus amigos sabemos que solo se mostró la punta del iceberg, Manolo atesoraba muchos más valores que intentaré resumir.

Era un hombre bueno en todos los campos: familiar, laboral, social. Hizo bien hasta el servicio militar. Recuerdo también a otro quinto suyo, Fernando Sancho, que nos dejó hace años, pues a los dos les declararon en sus cuarteles «soldado ejemplar», por su intachable comportamiento. Eran los principios de los setenta, cuando frecuentábamos el Centro Juvenil de los Salesianos. Ha sido siempre una persona preocupada por los demás, gran trabajador sindical, voluntario muy activo de Cáritas, donde asumió también responsabilidades, siempre dispuesto a echar una mano. Y todo dicho y hecho con la sencillez y humildad de una auténtica alma de Dios.

Al lado de todo gran hombre, como dicen los franceses, hay una gran mujer. Y él la tuvo y la tiene. Petri Margallo lo ha ayudado y animado durante toda su vida activa y de una manera magistral y absoluta en su enfermedad, suscitándonos la admiración y el profundo respeto que su abnegación y entusiasmo merecen.