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¿FERIA? NO, GRACIAS* por Dani Domínguez

¿FERIA? NO, GRACIAS* por Dani Domínguez

Nuestro habitual colaborador nos ha deleitado este mes con toda una crítica profunda al nuevo modelo que se impone a pasos agigantados en las ferias locales.

Rubén Molano

Jueves, 13 de julio 2017, 12:45

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Cualquier evento tiene luces y sombras, cosas que gustan más y algunas que gustan menos. Las ferias suelen tener muchas luces y eso es algo que llama mucho la atención. Luces de colores, luces grandes, luces que parpadean y se mueven Algunas luces están altas y no podrían tocarse jamás. Otras están al alcance de la mano. Hay luces muy candentes y otras frías porque llevan mucho tiempo rotas. La feria atrae.

Atrae también su música, la mayoría de las veces reconvertida en ruido. Se enfrentan unos altavoces con otros, como gritándose, como intentando demostrar quién la tiene más grande. Es una pelea de machitos. Esos machos que sin camiseta y con sombrero se suben a una atracción a hacer movimientos espasmódicos con la intención de atraer el máximo número de quinceañeros y quinceañeras a su atracción. (Por cierto, la aplicación donde estoy escribiendo estas líneas me dice que la palabra quinceañero no existe, que lo correcto es en femenino, quinceañera. Pues eso, que los machos no tenemos quince años, que eso es cosa de niñas.)

Pero siempre nos quedará el alcohol. Un buen botellón te arregla la feria. Quizá con un alto grado de alcohol en el cuerpo puedes aguantar el reggaeton que está pinchando el DJ aquel al final de la calle. O puedas pasear entre atracción y atracción mientras escuchas (obligado) el ruido que sale a todo trapo de cada equipo de sonido. Al fin y al cabo es la feria. Y o te diviertes así, o no te diviertes. O tragas o no pasas.

Pero, ¿y los conciertos? También existe esa opción para divertirse, ¿verdad? ¿Quién no quiere ir a ver a ese cantante que habla de lo bonito que es el amor? ¿Quién va a perderse a ese cantante con aires aflamencados y esa base que se repite en todas las canciones? ¿Quién no quiere escuchar ese supuesto rap del final con autotune? ¿Y esa cara de plástico? ¿A quién no le gusta?

Porque no nos engañemos. Eso es lo que se premia ahora. Lo mismo, que nada cambie. La música sin ningún fondo. La que habla de caricias vacías, de labios que afinan sin decir nada. Y a ti, que te gusta la música y quieres disfrutar de la feria de tu pueblo, no te queda otra que tragar aunque te cueste, aunque esa comida esté podrida y aunque sepas que se está pagando con tus impuestos.

Y luego se extrañan. Se extrañan de que los jóvenes prefieran estar en cualquier otro sitio antes que en la feria de su propio pueblo. Se empeñan en vendernos siempre lo mismo y disfrazarlo. Como si Candela, DeMarco o el vago de Kiko Rivera no fuesen lo mismo: música (me cuesta usar esta palabra) prefabricada que no dice nada y solo sirve para engordar los fondos de una industria musical que agoniza y nos ha convertido en zombies que solo se mueven a ritmo de lo que suena en la radio.

No vaya a ser que tu canto sea un canto diferente

que haga pensar a la gente cuando escuche tus canciones.

No vaya a ser que tu canto diga cosas importantes

y tu voz se le atragante al que arría los millones

Mientras tanto, los que queremos escuchar MÚSICA de verdad, música que te haga pensar, música con fondo, tenemos que emigrar porque feria tras feria, actuación tras actuación, seguimos huérfanos y marginados por aquellos que deciden qué y quién va a sonar este año en tus fiestas. Cómplices de la miseria, al fin y al cabo.

Y lo justifican con el argumento de que es necesario hacer espectáculos que gusten a todos. El problema es que siempre gustan a los mismos. No hay hueco para ti que te gusta el rock. O para ti que escuchas rap desde que te regalaron aquel walkman. O escuchas pop absurdo y pasas por el aro o te vas. Tan simple como eso.

El éxodo de jóvenes es una realidad visible, pero muchos y muchas prefieren ponerse una venda en los ojos con la intención de que nada cambie. Esos que deciden abrir las puertas de un campo de fútbol a los y lo de siempre, sin permitir que nada ni nadie se salga de lo común, de lo establecido.

¿A la feria? Yo me voy de festi.

*A los que apuestan por lo diferente. A los que fomentan música de calidad. A los que nos hacemos 506 kilómetros para escuchar esa música que aquí nos niegan. A los que hacen esa música a contracorriente y saben que la música no se vende. A todas.

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